viernes, 19 de enero de 2007

Los 200 sabios y el futuro

Reproduzco una columna tomada de Nación.com que considero una Oda a la innovación una interpretación tan básica, que da miedo pensar que alguien, cualquiera en el mundo no lo entienda de esa manera; básica, pero magistralmente expuesta por Claudio Gutiérrez.

Es responsabilidad del filósofo advertir oportuna e inoportunamente

Claudio Gutiérrez
gutierre@UDel.Edu
Filósofo

Me ha costado muchos meses decidirme a escribir este artículo, por el riesgo de enajenarme de mis más excelentes amigos, colaboradores de muchas empresas intelectuales. Pero si alguna responsabilidad tiene el filósofo es la de no dejar de advertir oportuna e inoportunamente. En la mayor parte de mi vida, preferí no ejercer esa delicada función, muy bien atendida por un economista émulo de Sócrates, Alberto Di Mare, maestro en el arte de ser oportunamente inoportuno. A falta del maestro, perdónenle intervenir a un humilde discípulo de ese gran liberal.

A pesar de las ilusiones de los historicistas (Hegel, Spengler, Marx, Dilthey y todos los demás), como muy bien lo supo apuntar Karl Popper en su libro The Poverty of Historicism , el futuro es impredecible por naturaleza. ¿Quién podría haber predicho la caída de la Unión Soviética, hace solo 25 años? ¿Y quién, la conversión en masa de los rusos a la democracia representativa o la abrupta incruenta terminación de la Guerra Fría?

Inimaginable. Pero si todo futuro es impredecible, el del avance del conocimiento lo es todavía más. ¿Quién hubiera podido predecir, cuando a principios de la década de 1970 unos investigadores conectaron sus computadoras de universidad a universidad, que 30 años más tarde existiría una base de conocimientos universal, no planeada por nadie, a la que cualquiera puede hoy preguntar casi cualquier cosa conocida por la humanidad y obtener respuesta inmedia- ta?

¿Qué grupo de sabios, aunque fueran más de mil, podría haber anticipado algo semejante? ¿Qué avance del conocimiento se ha podido planear por adelantado, no digamos para medio siglo, sino para diez años? ¿Qué avance del conocimiento ha surgido de un proyecto colectivo, y no de la obsesiva concentración de un individuo con una idea, casi siempre rechazada por la comunidad científica reinante? ¿Quien ganó la carrera de secuenciar el genoma humano, un consorcio de universidades o un maverick ?

El historiador de la ciencia Thomas Kuhn revolucionó hace 40 años la filosofía de la ciencia haciendo notar que la ciencia organizada, que él llama “ciencia normal”, trabaja para conservar la ciencia como es, no para desbancarla. Es solo cuando se acumulan anomalías que los científicos, desilusionados de la teoría oficial, comienzan a buscar alternativas que, por adelantado, no pueden saber en qué consistirán, no pueden predecir antes de que ocurran en la mente de un científico individual.

Contradicción. Si la planificación en general, excepto de la propia vida y los negocios individuales, es una ilusión en el mejor de los casos, una estultificación en los más, la planificación de nuevo conocimiento es simplemente una contradicción en términos. Es importante la organización de la ciencia, nadie lo va a negar. La fundación de sociedades científicas en el siglo XVII contribuyó al progreso de las ciencias. Pero fue precisamente una sociedad científica la que atendió a Mendel y archivó sus resultados por varios decenios.

Demos educación a las personas, pero no pretendamos decidir por ellas. ¿Quién se cree el más egregio de los sabios para pretender proyectar lo que el cerebro de los de mañana, hoy simples niños curiosos, deba hacer con la ciencia? Dejemos a los muertos que entierren a sus muertos y a los niños de hoy inventar a su arbitrio la ciencia del futuro.

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