jueves, 26 de enero de 2012

Cuando llega el impulso de comprar…, un masaje cerebral

…es consecuencia del efecto de la dopamina, la hormona relacionada al placer, pero antes nuestro cerebro lanzó la orden de provocar el deseo, en menos que segundos percibimos emoción y casi instantáneamente ya sabemos qué hacer: “¡uyyyy, que lindo!” y se concreta el sentimiento. Como resultado terminamos en la caja pagando aquel objeto.

La buena noticia es que ese placer puede ser modificado y no es ciencia ficción, el tema es intervenir la reacción cerebral.

1. La modulación de las emociones humanas es producto de la cultura (entiéndase que el deseo de hacer una compra compulsiva, aunque la misma sea de un objeto cuasi sagrado no viene de Dios, es humana y terrenal, –tal vez, sea culpa de su vecino–).

2. Existe lo que el neurocientífico Antonio Damasio llama homeostasis social, que es lo que permite a nuestro cerebro aprender del contexto y así lograr tener noción de justicia, de política, de economía, en definitiva tener conciencia, y para ello necesitamos saber. (Es lo mismo decir que pensamos en consecuencia de lo que sabemos, o que la luz de la sabiduría no llega sin leer).

3. Por tanto, el placer es consecuencia de lo que conocemos y entendemos, o bien de lo que ignoramos. No es puro, ni inmutable, ni simplemente es. Es resultado de lo que pensamos.

Manos a la obra: detrás de nuestros ojos la masa gelatinosa que es nuestro cerebro se mueve, reacciona y lo más importante es que se transforma de acuerdo a lo que nuestra mirada esculpe en ella. Lo que quiere decir que tenemos el inmenso poder de transformarlo. Cada nuevo conocimiento y convicción moldea nuestra mente y literalmente logra hacernos sentir y actuar de forma distinta.

Pellizco para que nos dure. Somos dueños y creadores de lo que sentimos y por ello una invitación a cuidar este nuestro proceso cotidiano de esculpido cerebral.

Publicado en 1+1=3 de El Financiero